Hoy cumplo 36 años. ¡TREINTA Y SEIS! Esa edad donde la balanza ya se inclina más hacia la cuarentena que la treintena… Vértigo. Por mucho que ahora todos os empeñeis en decir que los 40 son los nuevos 30. Me da igual, no cuela.

Todo tiene un motivo: Nunca me imaginé que mis 36 años se iban a parecer a esto. En absoluto. No quiero decir que sea bueno ni malo, mejor o peor, simplemente diferente.

Soy de esa generación que pensábamos que los de 25 eran unos viejos y que con 30 tendríamos a tres niños casi camino de la universidad.  Igualito que mi situación vamos.

Es curioso, porque mi entorno más cercano si que ha seguido esos pasos pre establecidos. A saber: Novio de toda la vida, boda de blanco y por la iglesia y por lo menos un par de churumbeles. Vacaciones en agosto, a esquiar en Navidades y escapada en Semana Santa. No sé si cumplirán lo de ‘sábado, sábado te…’ pero sé que son felices.

A veces les envidio, por esa estabilidad, por la claridad de su futuro casi escrito, pero estoy segura de que no habría sabido disfrutar así. No desde que cambié los pendientes de perlas por teñirme el pelo cada mes de un color. Es verdad que dentro de esta felicidad saltimbanqui, de no saber que será mañana, casi ni donde despertarás (mucho menos con quien) a veces echo en falta la rutina. La normalidad. Esto debe ser eso como lo de que cuando tienes el pelo rizado lo quieres liso pero en versión más profunda.

El caso es que hoy arrancó la hoja 1 del calendario, que tengo 365 días por delante (y los que vendrán) para aclarar las ideas. Para buscar, no sé si la estabilidad, pero si la felicidad. Para ilusionarme, descubrirme, despeinarme (y volver a teñirme el pelo mil veces, esta vez porque ya tengo un montón de canas). Para seguir teniendo que utilizar una agenda para saber donde tengo que estar mañana. Para bailar, gritar, llorar…. En definitiva PARA VIVIR.

¿Y vosotros sois como os imaginabais de pequeños?